Son muchas las consultas que recibo acerca de la decoración de las paredes, y qué criterio usar a la hora de armonizar cuadros, pinturas y fotos con el resto del ambiente.
Vayamos por parte. Centrémonos primero en cómo armar una pared de cuadros. Antes que nada, sepamos que esta tarea puede llevar años; por lo menos esa fue mi experiencia, y no me arrepiento. El protagonismo visual que ofrecen las paredes merece paciencia, no sea cosa que terminemos “llenándolas” cuando en realidad tenemos entre manos una oportunidad imperdible para mostrar nuestra personalidad.
Un gran tema a considerar son las obras de arte. Si se tiene la posibilidad de comprar alguna pintura, sin dudas representará una gran inversión. Son invitadas de lujo en nuestra casa, pero a no desesperar. También podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación, y ver colgados diseños que nos resultan muy atractivos y que tal vez nunca pensamos que podían llegar a nuestras paredes. Una buena excusa para que alguna ocurrencia “hable” por nosotras.
En mi caso, emprendí esta búsqueda de distintas maneras. Por ejemplo, con bolsas que me encantaban de Anthropologie; claramente se advierte que son bolsas, pero eso hace al recurso más creativo. Son bellísimas.
En otro caso, una hoja de la revista Barzón me pareció soñada y la mandé a enmarcar: ¡quedó buenísima! (Lo mismo hice en las habitaciones de mis hijas con dibujos artísticos de libros infantiles espectaculares, elegidas de común acuerdo, claro.)
Al tiempo incorporé fotos de Raota, las que sumaban al talento inmenso del fotógrafo el hecho de que fueron regalos de un familiar muy querido. (Esto último termina inclinando siempre la balanza: los objetos son también las circunstancias que los han rodeado…) Y así fui, poco a poco y con el paso del tiempo, sumando ideas y convirtiéndolas en opciones viables.
¿Cómo armamos un collage así? Mi consejo es presentarlo en el piso y luego replicarlo en la pared. Para mí fue necesario armar réplicas en papel, apoyando con cinta cada una, para ver cómo quedaba el “dibujo” final. Armé un “cajón” imaginario para poder ubicarlos, dejando el medio vacío para que el televisor también haga su juego como un cuadro más.
Opté por ponerles a todos el mismo color de marco, pero también es cierto que diferentes tonos pueden aportar una mayor presencia cromática, siempre y cuando no compitan demasiado con los motivos de los cuadros.
Pasemos a otro de los temas que suele plantear interrogantes: ¿cuál es la altura ideal para colgar un cuadro? Uno de los errores más frecuentes es colocarlos demasiado altos. Como siempre digo, el gusto personal es el que tiene que ser obedecido, pero si queremos alguna sugerencia general consideremos aproximadamente unos 15 cm de distancia con el objeto de abajo, el sofá o mueble de apoyo.
De todas maneras, visualícenlo y recién después cuélguenlo de acuerdo a lo que les indica su propio diagnóstico visual. No hay reglas fijas.
Si la elección del cuadro es una obra de arte, es necesario que tenga el protagonismo que merece. Está bueno que se destaque, y que no tenga alrededor otros motivos que distraigan el ojo. Sería un desperdicio hacerlo “competir” con otras creaciones.
En mi living, sobre el sillón curvo le brindé protagonismo a un solo cuadro, pero no sólo por sus medidas y por estar rodeado de ventanales, sino porque me pareció ideal otorgarle mayor vigor a su presencia ya de por sí contundente.
En el ambiente contiguo, elegí una obra totalmente blanca, que además de la belleza que tiene y el diseño impecable, me ofrecía un acompañamiento sutil al cuadro principal.
En cuanto a las habitaciones, si utilizamos dos o tres cuadros sobre la cama, es mejor ubicarlos bastante juntos, tal vez a unos 7 cm entre sí, distancia que dicen que es la correcta. Pero ustedes deciden.
Acercarlos más puede ser interesante, pero no me inclino por ponerlos ocupando todo el ancho de la cama. También habrá que tener presente la altura de nuestras cabezas cuando estamos sentadas.
Como ven, hay algunos matices a tener en cuenta pero siempre reservándonos la oportunidad de plasmar nuestro sello individual, ese toque de desobediencia que –al fin y al cabo– es lo más entretenido a la hora de decorar. ¡Inténtenlo! Y si se les ocurren otras alternativas y motivos para colgar, ¡me las cuentan!